¿Ponerse vieja o ser Madonna?
El debate sobre los estándares de belleza, lo que debe ser toda persona que envejece y la negación de la irreverencia
Madonna lo volvió a hacer. No. No fue que se volvió a pasar la bandera de Puerto Rico por la vulva como hizo en el 1993 en su concierto en el Juan Ramón Loubriel en Bayamón.
En aquel momento en la Legislatura se rasgaron sus vestiduras, varios senadores la acusaron de profanar el símbolo patrio, y hasta una resolución de censura aprobaron. Como si ese mismo símbolo no lo defecaran o se le mearan encima tantos corruptos que han pasado por ese frío mármol del Capitolio.
No. Fue que Madonna hizo una de las suyas. No se trató de un mero cambio de pareja ni de adoptar nenes africanos que viste ahora de nenas. No fue el usar la cruz, el rosario y los santos en sus vídeos. Tampoco fue el degenere del vídeo con la rapera dominicana Tokischa, restregándole al mundo su fluidez sexual. Fue algo mucho más irreverente y dirán algunos, que hasta inmoral. Osó retar a la vejez. Su vejez.